Delgadas sus manos, con uñas pintadas de negro, desenreda sus cabellos con un peine de cenizas mientras mil cuervos sobre su regazo dormitan. Lamió ya la boca de la muerte, y por ello ahora vive de nuevo, por siempre. Recostada sobre el pastizal analiza la realidad con áridos ojos incrustados en fuego: todo lo que mira se convierte en reliquia, todo lo que toca comienza a mutar. Recita versos en un arcaico dialecto, concediendo palabras al viento, para conquistar a los tímpanos que meditan su mensaje. Y su aura genera célebres leyendas que los ascetas esclarecen en su errante camino: se dice que sus poros rezuman amor, pero que solo uno de sus susurros te infecta la rabia. Camina por valles en solitario, olfateando el terreno avanza cabizbaja, atrayendo tormentas que limpian el cielo a su paso. Sutil su actitud, tiembla la civilización cuando la envuelve su aliento, y se refugia en la nocturnidad de los bosques para llorar a su amante marchito, pues a veces, solo a veces, olvida que Caos nunca murió. Elegante, libera el lenguaje su senda, y tras ellas mil luces pronuncian su nombre, buscando su abrigo levantan el vuelo las voces de todos los nadies que sufren: ella combate el dolor, todos la llaman ACRACIA...
.Poesíaydinamita.Porlaanarquía.
17 de febrero de 2010
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