Difumina mi razón el ubicarte en un punto concreto, pues en todos los lugares donde voy, allí te encuentro. Mis manos que se enredan con tu tacto en mis bolsillos, ficticia sensación que edifica una leyenda. No más que un centenario cuento, que se asocia a una gélida noche de hoguera y sonrisas. Solo un fragmento en los labios, un relato, que se convierte en esa fábula que ocultan los rincones, susurros del crepúsculo en que alguien dormia solo y no quería. Amigos de lo ajeno, quizás un cruce de miradas, nada más. Escondido en la ignorancia del momento, de ser un iluso padezco, por creer que poseeo la energía del encanto que otorga a mis puños poder golpear en tu puerta. Tú, terciopelo negro. Imagina que imagino: llamas calentando nuestra compañía, una sola capucha tapando tu cara y la mía. El fulgor de la ciudad que perece para vernos nacer. Y entonces me despierto del letargo que me abraza y solo veo a mi simpleza arrodillada. Y se me nubla la garganta. Y toda mi boca ahora es una herida. Tormenta, mi jarro de agua fria, despierta a mis pies que pisando lo falso se encuentran, que ascender tan alto es sinónimo de caer. Amigos de lo ajeno, quizás un invierno sin frio, nada más. Atmósfera de duda cuando pienso en saludarte, pues cada palabra es una oportunidad de expresar la fortuna que siento de haber encontrado a tu nombre. Tú, terciopelo negro. Transita entre este mundo azul, permiteme tener esperanza. Que mis ojos ya no quieren posarse frente a los tuyos: algunos lo llaman “miedo a las alturas".
.Nuncamásescribirésobreelamor.
25 de febrero de 2010
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